Obrar

Tranquilidad absoluta: eso es lo que contiene mi alma (y por qué no también mi corazón).

A cada paso me convenzo que no hay mejor sensación que la paz invada mi ser y bañe mi mente. Sin embargo, todo no es casualidad, me lo gané porque desde un primer momento actué como un caballero, como corresponde.

Yo, procedí correctamente. No miento.

Recuerdo (y sueño cada noche) el trato reinal que le desplegaba en los ansiados encuentros, las ceremonias románticas que vivíamos donde las velas se consumían a la par de nuestras pasiones y lujurias.

Sin embargo, el sombrío destino me atacó por la espalda y la injusticia golpeó mi cuerpo; lo trituró. Recibí un puñetazo de acero sobre los pétalos del corazón y el desmerecimiento taló la firmeza que poseía.

Yo, había actuado bien. Se los aseguro. Por eso trato de perdonar a cada segundo, pero ¡cómo cuesta, por Dios!

Creo que simplemente hay que dejarlo en manos del tiempo, ese sabio que sabe cómo cicatrizar las heridas de batalla de la vida.

Ahora, la tranquilidad es mi amiga inseparable, porque yo, simplemente, actué bien; como un caballero, como corresponde.