Compartida
- Matías Alba
- 26 mar 2020
- 1 Min. de lectura

Su mirada, muecas y sonrisa; eran mías.
Al igual que su cuerpo, piel y sensualidad.
Su cabello, soledad e imágenes, también se encontraban entre mis manos.
Pero no era así.
Yo, incrédulo, estaba convencido que absolutamente todo era mío. Cada acto en mi vida era para que así sea y que perdure en las infinidades del tiempo.
Sin embargo, el maldito destino –y ella- quisieron que no fuera así. Juntos escribieron otro final en la historia; injustificado, incomprensible.
Quedé perplejo en las oscuridades de los días y los miedos se apoderaron de los sueños.
El privilegio de poseerla estaba en mis ilusiones. Pero no, nunca fue así.
Yo creía que sí, estaba convencido.
Sin embargo, era compartida.

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