Ruta
- Matías Alba
- 14 mar 2018
- 1 Min. de lectura

Hubo calmas y tormentas.
Ilusiones y decepciones.
Risas y llantos.
La vida es un camino donde los baches, desvíos y las tranquilas rutas se reposicionan constantemente.
Hay que saber transitarlo y enfrentarlo; sobrepasarlo es un desafío en cada amanecer.
Luego de un viento fuerte siempre llega la calma y el alba asoma diariamente para alumbrar los pasos.
Por su parte, la luna hace lo suyo durante las noches, para acompañar las historias, susurros y melancolías.
Hay que leer e interpretar los carteles de señalización que uno se topa en el andar rutinario y tedioso de esta ruta. Absolutamente siempre, habrá paisajes con infinitos verdes y preciosas flores para apreciar. Y esos momentos, hay que aprovecharlos y dejarse enamorar, ya que no suceden seguidamente.
Así es este especial trayecto -donde cada uno posee el suyo- pero lo importante es no frenar ni desviarse; hay que continuar teniendo siempre muy abiertos los ojos, con la concentración como compañía y -en lo posible- con la sonrisa como estandarte.

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