"Esclavizados"
- Matías Alba
- 27 jun 2017
- 2 Min. de lectura
A continuación transcribo el escrito que tuve el grandísimo honor de realizar para la artista Rosana Valentín, el cual acompañó su muestra final de "Cerámica", llevada a cabo en la Sede "Quinquela Martín", de la UNA (La Boca, CABA).
La misma consistió en cinco increíbles obras reflejando como el sistema y la rutina se adueñaron y manejan el "Tiempo", "Consumo", "Imagen de Mujer" y "Dinero" (ver fotos). Y justamente el texto explica lo que la artista demostró en sus delicadas piezas.
Muchas gracias a la talentosa Rosana por su confianza y por darme la posibilidad de acompañarla en tan importante momento.
"Esclavizados"
No hay forma de escaparse. Así parece. Así se confirma. Las ataduras se sujetan y perduran cada vez más para transformar esos enlaces en vidas esclavizadas. Las mismas, totalmente ciegas, recorren los caminos diarios que la rutina les marca. Sin desviarse. Sin romper los moldes. Sin que la rebeldía interna aflore para poseer más liberación -aunque sea un poco-. Las acciones de la vida cotidiana ya llevaron a los individuos a la esclavitud. A su propia cárcel diaria. No se dan cuenta de nada. Es como si todo fuera normal, como si todo ya estaría escrito y estaría prohibido utilizar los márgenes para agregar o corregir párrafos. El “consumo” chatarra -ya convertido en un vicio incurable- es impregnado en la mente de chicos y grandes. La “mujer” es un objeto de venta y atracción. No una imagen de respeto y ejemplo. Pareciera que la feminidad debe rozar la perfección, ya sea para poseer un ‘90-60-90’, ser el mejor combo de ama de casa, madre y profesional y que tampoco, en ningún aspecto, se le cruce por la cabeza superar al sexo opuesto. Mientras tanto, el “tiempo” nunca se detiene. Todo tiene la obligación de ser ‘aquí y ahora’, sin importar sus consecuencias. Con el día siempre arranca la maratón que hay que afrontar para llevar a cabo los quehaceres impuestos por el sistema. Y qué decir del vil metal, el cual tiene un rol protagónico en la cotidianidad. El “dinero” se convirtió en lo más importante para el hombre; de él -sólo de él- depende las tristezas, alegrías, optimismos, sufrimientos y hasta la salud física y mental está en sus manos. Esos pedazos de papel, de diversos colores y números, lograron que las personas se coloquen en diferentes escalones de la pirámide social y que por ellos hasta se puede matar; la gran mayoría de los billetes están bañados en sangre y nadie hace nada para invertir la situación. Todo este conjunto, unidos entre sí con lazos inviolables y cada vez más gigantes, es la imagen de una inmensa porción de la humanidad. Las “víctimas” del sistema recorren sus destinos creyéndose libres, sin darse cuenta que las esclavizaron los demonios de la tortura, posesión e invasión.
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