Artista
- Matías Alba
- 3 may 2017
- 1 Min. de lectura

Los bocetos ya entrevén sus sueños.
Sus trazos, suaves, delicados, prolijos; explican sus pasiones.
Ella sabe lo que quiere. La claridad está en su mente.
Sus proyectos navegan en un mar de lucidez. Y pasión.
Nada ejecuta sin esa pizca necesaria para realizar cada acto de la vida.
Y siempre le agrega más a esa cocción.
El resultado habla.
No se detiene. Siempre quiere más.
Sus dedos exigen la suciedad de la pinturas.
Su cabello pretende la transpiración de los movimientos al trabajar.
Su tallado cuerpo suplica gotas de diversas texturas y el seguimiento del mismo
al compás de los trazos de la obra.
Su mirada le habla al dibujo. A los colores.
Logran esa cita romántica que sólo ellos pueden armar.

No falta nada. Esta absolutamente todo lo que tiene que poseer semejante celebración.
Pero ella, tozuda, la mejora en cada encuentro.
Juega con los contornos. Con los sustancias. Con sus ideales.
Y los resultados no paran de hablar.
Sin embargo, con ella nunca será un desenlace final.
Es de esas artistas donde el frenesí y el amor se fusionan en la tela. Pero siempre busca ampliarse.
Inspeccionar. Crear. Inventar.
Y así será.
Cada firma estampada en los trabajos finalizados, sólo será la introducción para su próxima historia,
donde la paleta de la vida tendrá todos sus ingredientes necesarios.
Sus ingredientes. Únicos. Inigualables.
¿El resultado? Ella lo explica mezclando la técnica con el corazón.
Sólo ella.
La artista.

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